sábado, 31 de diciembre de 2011

ESE CUADRO QUE AHORA OBSERVAN…


Museo Hermitage.





Dos  sucesos reales, relacionados el primero con el mundo literario y el segundo con el entorno de la pintura, me conmueven desde cuando los conocí. Al discurrir sobre ellos, germinan imágenes, pensamientos y emociones contrapuestos sobre los protagonistas de ambos eventos y sobre mí.  Del primero, Kafka es el personaje. Más preciso: la figura central es una niña llorando inconsolable en el lugar por donde al atardecer caminan el tuberculoso escritor y su última compañera, la joven socialista y actriz Dora Diamant. Sucedió en el parque Steglitz, de Berlín, un año antes de fallecer aquel.

El protagonista del segundo, es un solitario e imaginativo anciano durante el asedio del ejército alemán a Stalingrado, quien trabaja como guía en el museo del Hermitage. Un suceso ocurre en 1923 y el otro en 1941. Independientes entre sí, ambos incidentes me provocan recóndita melancolía.  Me acongojo al visualizar a yerba amarga caminando en frágil estado de salud por el parque Steglitz. Quien estrujó su alma con el género epistolar al escribir decenas de cartas a Felice, a Milena y a Ottla, se conmueve ahora con una niña llorando la pérdida de su muñeca y durante 21 días decide escribirle y entregarle diariamente cartas enviadas por esta, quien en realidad se fue de viaje, la conforta el novelista. El autor de Contemplación, cumpliendo cabal el último oficio de su vida, cartero de la muñeca andarina, consuma su tierna tarea antes de morir. 

De igual manera, me entristece imaginar también al anciano ruso Pavel Filipovich, caminando  y hablando solo. Gesticulando. Discurriendo por salones desocupados del Hermitage. Yendo y viniendo sin horario por sus interminables pasillos junto al río Neva. Algo metafísico e irracional, de índole poética, me conmueve. Algo emerge de fondos sentimentales propios y ajenos. Nace en el drama íntimo de ambas historias. Tampoco deseo racionalizarlas. No me interesan justificaciones literarias respecto a sus significados y evocaciones, llenándome el alma de presentimientos sobre la vida humana y el destino del hombre en el mundo.

Franz Kafka, en 1923 mientras reside breve temporada en Berlín con la judío-polaca Dora Diamand, desde septiembre hasta finales de noviembre, durante un recorrido por el citado parque se sobrecoge con una niña llorando porque perdió su muñeca. Con la tuberculosis en fase terminal, le conmueve el infantil drama. Consuela entonces a la niña anunciándole lo ocurrido con su muñeca, no se te perdió, se fue de viaje y soy el encargado de traer las cartas que va a enviarte durante su vagabundeo, garantiza el enfermo mientras la niña cesa el llanto, observándole perpleja.

En la biografía Dora Diamant, el último amor de Franz Kafka, (Barcelona, 2005) escrita por Khati Diamant (sin vínculos con aquella), se narra tan emotiva historia. Treinta años después de fallecer el escritor, con el título de Notes inédites de Dora Dymant sur Kafka en 1922, en la revista parisiense Evidences (1952, No. 28, págs 38-42) Marthe Robert, traductora del escritor checo, comenta dicho suceso. Y es en la significativa obra de Kathi donde la encuentra el novelista Paul Auster, realzándola en su novela  Brooklyn Follies. Franz asumió con seriedad su novedosa función de cartero. Escribió, constante y febril durante tres semanas, una carta diaria para apaciguar a la niña, con quien estableció firmes vínculos de afecto.

 ¿Se las entregaba en el parque? Tal vez caminaba por aquel sector de Berlín, consciente de la gravedad de su salud, hasta la residencia de aquella y ejercía allí sus funciones de cartero de la errabunda muñeca. El resto de historia se pierde, para martirio de investigadores de la obra extraviada de Kafka y para complacencia de cuantos quieran especular a partir de tal suceso. 

No fue contada. Dora nada expone sobre el contenido de aquellos insólitos textos del narrador checo.  Hoy por hoy, varios expertos buscan pistas de la niña, quien tendría cerca de 95 años si estuviese viva en algún lugar de Alemania o Europa. Si hubiera tenido algún hijo, este rondaría los 80 años. Filólogos alemanes reconocen la veracidad de tal correspondencia. Klaus Wagenbach ha hecho indescriptibles pesquisas para encontrar las entrañables cartas de Kafka, escritor de literatura infantil, describiendo cuanto la muñeca narraba a la niña sobre sus viajes.

¿Qué imaginó este para su infantil lectora en el Berlín de aquellos años, donde la exagerada inflación elevó el costo de una libra de manteca a 6 millones de marcos? ¿Cuáles fueron sus temas  y el estilo para consolarla? ¿Por cuáles pueblos, ciudades y paisajes deambuló la muñeca?  Concisas o extensas las cartas, nunca se sabrá. Tal vez conservaban la misma extensión de cuantas escribió a sus enamoradas y a su hermana. O acaso se extendió hablando sobre la vida y la muerte, la necesidad de los desapegos para no sufrir. O tal vez sobre las partidas sin regreso… En algún momento, para el moribundo escritor, la muñeca pudo haber sido más real que la niña. O tal vez ambas fueron desvaneciéndosele carta tras carta… Dora Diamand aseguró al filósofo Félix Weltsch: “Haber vivido con Franz un solo día significa más que toda su obra, que todos sus escritos”.

¿Parece irreal? También yo pensaba igual hasta verificar su autenticidad. Dio origen a una tierna novela breve escrita por el narrador español Jordi Sierra i Fabra, Kafka y la muñeca viajera. En una isla colombiana escribí el borrador, confirma Sierra, igualmente sobrecogido con las connotaciones del drama. Esas cartas, pudieron tener más fuerza emotiva que la Carta al padre. Cuando llega la taciturna anécdota a mi memoria, transcurro algún tiempo imaginando cuáles razones y consejos, cuáles argumentos puso Kafka en labios de la muñeca para devolver su alegría a la niña y crearle una sólida base de esperanza. ¿Esperó alguna respuesta de la niña? Si hubo cualquier nota por el estilo, Dora debió quemarla cuando desde su lecho de enfermo el escritor ordenó y supervisó la destrucción de varios cuadernos, por parte de la enamorada mujer.

Con dicha correspondencia, Kafka posiblemente llenaba vacíos de su niñez, de su adolescencia o su madurez. Cada carta pudo insinuar, de alguna manera, el éxodo del cuentista hacia la muerte. ¿Sabría la niña ya mujer, quién fue el autor de esos manuscritos que recibía a diario? ¿En cuál dimensión dialogan ahora esa niña desconocida, su muñeca y Kafka, implicados para el tiempo y la historia, para la literatura, en un drama tan poético y desgarrador?  De algo estoy seguro: si la muñeca regresó, no buscó a la niña en su casa. Ni volvió a su juguetero, sola o casada. Se dedicó a recorrer durante algún tiempo los barrios de Berlín, preguntando por el cartero.

Circulan rumores  de una anciana con aspecto de muñeca a quien ven llorar solitaria en una banca del parque Steglitz. Siempre a mediados de octubre, dicen los rumores. ¿Qué le sucede, señora? Se me perdió un escritor, responde.

Esta es una de mis fuentes literarias de tristeza, capaz de ocasionarme desconocida alegría.

La otra, se relaciona con un guía en el museo del Hermitage, en San Petersburgo. Una de las mayores pinacotecas de arte y cultura universal en el mundo. Es también una historia triste. ¿Desea escucharla? Plena de poesía. Y también parece ficción. El anciano guía del museo, laborando allí desde cuando la revolución de 1917 consintió a personal no aristocrático trabajar en tal lugar, se llamaba Pavel Filipovich.

A Pavel lo habríamos confundido con el personaje de algún cuento de Giovanni Papini. Aún más, estoy seguro que Gog acompañó al imaginativo Filipovich durante alguno de sus recorridos por las solitarias habitaciones del museo, interpretándole sus silencios y respondiéndole con mutismos semejantes entre la ausente presencia de Tiziano, Rafael, Zurbarán o el Greco. A Montserrat Roig, escritora española, una editorial soviética la invitó a Rusia para hacer un libro recreando el brutal asedio nazi a Stalingrado, durante la segunda guerra mundial.

Mujer de izquierda y feminista, aceptó complacida pensando en formalizar un trabajo diferente a los publicados sobre el cerco a dicha ciudad. Entrevistó numerosos supervivientes de aquel infierno y conoció, de primera o segunda versión, conmovedores  casos de individuos relegados por los historiadores. Anónimos protagonistas de sucesos desvanecidos en el tiempo, excluídos de los grandes ensayos oficiales, quienes sobrevivieron mientras a su lado morían cuatro millones de personas en la más sangrienta batalla de la humanidad. Individuos con dramas aislados de la epopeya histórica reflejada por los textos que testifican aquel confrontamiento.  Historias tan poéticas y ficcionales como la del longevo Pavel. Comentando el libro de Roig, José M. Martínez anota: “Cada historia individual se convierte en una especie de símbolo universal de lo que pueden llegar a ser virtudes o situaciones como la compasión, la caridad, la angustia, el sufrimiento o la solidaridad”. La historia de Pavel es símbolo de la sensibilidad puesta al servicio de la imaginación. El arte fecundando la soledad para conservar sus huellas entre el horror de la guerra.

El oficio de Filipovich como guía -quien amaba hasta el delirio su trabajo- era  orientar sobre las obras de arte expuestas. Convirtió el museo del Hermitage en su hogar. Personaje emergido de alguna de esas pinturas con cuyas explicaciones deslumbraba, buscando tal vez senderos para reintegrarse al lienzo, en cada recorrido con foráneos o rusos incrementaba sus sentimientos  e identidad con las obras exhibidas. La aguja dorada se llama el libro de Roig donde despunta la historia de Pavel.

En 1941,  igual que a millares de rusos y miles de habitantes de Stalingrado, a Pavel Filipovich la vida  le da un giro total  cuando el sexto ejército  alemán, comandado por el general  Friedrich Paulus, intenta entrar a Stalingrado. En el museo del Hermitage, de esta ciudad, centenares de voluntarios empaquetaron más de un millón de obras de arte para preservarlas de los invasores nazis, enviándolas por tren hacia Sverdlosk, en los Urales. Dos alcanzaron su destino. Cuando se preparaba el tercero, comenzó el asedio alemán mantenido durante 900 días. Doce mil personas, por diversos motivos conviviendo en el museo, se encargaron durante algún tiempo de resguardarlo del frío, la nieve y los ataques aéreos, hasta cuando se hicieron inevitables las primeras evacuaciones en 1942.

Las inmensas y despobladas instalaciones del Hermitage fueron quedando más solas aún cuando  desde los frentes de guerra solicitaban todas las personas utilizables, preparadas o no para la muerte,  prontas a inmolarse por la patria. A Pavel no lo engancharon por su avanzada edad, permitiéndole seguir allí durante aquellos meses de pavores, heroismos anónimos y acciones individuales nunca mencionadas. Rehusó desatender el museo y con mayor coraje siguió desempeñando la rutina de su oficio: guía del Hermitage, fiel a algún tipo de convenio con sus sentimientos y sensibilidad.

Filipovich llevaba trabajando allí varias décadas, cumpliendo su función de conducir a los visitantes detallando e interpretando el patrimonio expuesto, del mundo y de Rusia. En cada circuito con gente de su país o extranjeros, año tras año ampliaba sus sentimientos y familiaridad  con las obras de arte exhibidas al revelar intimidades de cada una, dándoles vida para el interesado o displicente público frente a ellas. Ahora solo quedaban las despojadas paredes, muchas de ellas estropeadas por las explosiones. No había nadie a quien brindar la característica bienvenida. Al principio, Pavel guiaba por los aposentos a pocas personas. Fisgones ansiosos más por constatar la salud mental del elocuente anciano, que por escucharle relatar detalles sobre las obras inexistentes, protegidas de la voracidad nazi en algún lugar de los Urales, en torno a las cuales se explayaba y embebía el anciano guía.

Frente a su reducido público, se emocionaba con las obras como si continuaran expuestas. Nunca fue mejor guía que en esos momentos de guerra y muerte, cuando el arte cedió su lugar a las más despiadadas expresiones de violencia. Entonces las formas, colores, contrastes, temas y contenidos, autores y  anécdotas, fulguraban, agigantándose en las palabras del guía. Cualquier rincón de una pared se reavivaba con las palabras de Pavel. Reaparecían las lejanas pinturas y por momentos eran cuadros más reales que los auténticos, porque la imaginación y el verbo apasionados de Pavel los materializaban sobre los muros vacíos. Continuaban en los pasillos, a pesar de la soledad. Sin verlas, la gente sentía la presencia física de obras de Tiziano con sus luminosos y realistas colores. Allí donde no colgaba ningún cuadro suyo, Pavel fascinado explicaba respecto al insaciable perfeccionismo de Tiziano, induciéndole a retocar de manera continua sus obras, añadiéndoles expresiones siempre más tenues. Cada dificultad le inspiraba nuevas soluciones.

Día tras día, mientras el asedio se volvía más sangriento, eran menos las personas recorriendo los salones, viéndole y escuchándole hablar ante las paredes solitarias. Sin embargo, el viejo guía continuaba caminando entre columnas y arcos del Veronés. Describía detalles de los trajes fastuosos y llamaba la atención, a su escaso público, sobre los tonos fríos y claros del pintor. Observen esos grises, esos azules y tan resplandecientes amarillos, enfatizaba ante un cuadro inexistente y, una mañana, frente a espectadores que ya no existían. Pavel Filipovich se quedó solo en sus recorridos. Y solo continuó haciendo de guía por el museo, en una fantástica proxemia de la soledad y su cuerpo, de los cuadros atestados en algún lugar de Sverdlosk y la evocación de estos a su lado, en distancias íntimas, más próximos que nunca, como si no se los hubieran llevado. Detallen este Rubens, por favor, es un boceto de La adoración de los pastores, suplicaba Pavel a  nadie. Ahora nos encontramos frente a una obra de Rembrandt. No nos aproximemos mucho a  ella, como lo aconsejó el mismo  pintor. Miren la mirada humilde y sincera de su autorretrato, fusión magistral entre lo corpóreo y lo espiritual…

Y el viejo guía del Hermitage, siguió hablando solo. Discurriendo frente a cuadros inexistentes. Dirigiéndose a gente imaginaria. Señalando a nadie la belleza de un cuadro de Giorgione, uno de Tintoretto, uno del Greco  o uno de Da Vinci que no estaban allí físicamente, pero continuaban impresos en sus ojos y en su alma.

Esta es la otra fuente literaria de tristeza, capaz de ocasionarme desconocida alegría. Hace pocos días, para celebrar de manera íntima el final de su construcción, todavía en medio de aguaceros decembrinos convidé al espectro de Filipovich a caminar juntos por los salones de CECULPA, Centro Cultural Patafísico, del pintor colombiano Guillermo Vélez, recién construído a orillas de la carretera que entre verdes potreros conduce al municipio de Filandia, Quindío. Mostrándole la fecunda obra pictórica y escultórica del patafísico artista quindiano, y hablándole sobre la vida privada de algunos protagonistas de sus pinturas, serví de guía a Pavel. En el salón principal, cuando Memo Vélez me escuchó hablar solo, comprendió con quién estábamos allí: “Senegal, dígale a Pavel que esta es su casa y cuando lo desee, Pessoa y sus heterónimos pueden servirle de guías por el paisaje quindiano”. Este segundo vaso de Vodka es para nuestro invitado, le respondí al artista cuando me ofreció de nuevo el licor que sostenía en su mano. Creo que con la presencia del guía del Hermitage,  completamos el ritual iniciado por Jarry la semana pasada, le recordé a Memo Vélez. La cabeza de este se parece a la mía, fue lo único que dijo Pavel Filipovich en CECULPA, señalándonos uno de los cuadros de Memo, no lo cambien de lugar.
   

BESTIARIO QUINDIANO



Hábitat del mermudio.
Gallinazo azul.


EL MERMUDIO

El mermudio quindiano habita lugares fríos del departamento. Adora la neblina, con la cual se viste y acicala. Vuela cuando nadie lo observa, aunque no resiste la tentación de caminar tras las personas que recorren sin prisa caminos rurales de la región. En particular, por los municipios de Génova, Salento, Pijao y Buenavista.

Duerme sobre ramas de balso, cuando este descansa de sus leves desplazamientos por la montaña.

Lo atemorizan las luciérnagas, el arcoiris, las libélulas y en particular las ancianas campesinas que rezan en voz alta el rosario o le gritan coplas a La llorona. Varios folclorólogos de la región mencionan la amistosa proximidad que hay entre el Mohán de La Sonadora y el mermudio. Quienes tienen la fortuna de ver un mermudio, dicen que en realidad no vuela por sí mismo sino que conoce el secreto de las corrientes de aire para dejarse elevar por el viento.

Algunos parapentistas lo han encontrado por el sector de Navarco, en Calarcá. Un mermudio volador puede pasar a gran velocidad por nuestro lado, como ráfaga de color o vibración musical O si la persona ha sembrado un guayacán, pasar lento por su lado, desplazándose como arriba se dijo, a paso de balso. El principal alimento del mermudio es el rocío congelado sobre palmas de cera en Cocora. Los calarqueños que han encontrado algún mermudio en los cafetales, o en platanales por fincas de Barcelona, precisan que tienen rostro de bebé. Segundo Henao, fundador de Calarcá, en su libro La miscelánea (Imprenta Calarcá, 1921) relata su encuentro con un mermudio, cuando se extravió buscando la laguna de Maravélez.

Una cualidad del mermudio es hablar siempre con frases palindrómicas. Algunas teorías sobre el origen de los palíndromos atribuyen a los mermudios europeos la invención del palíndromo. El poeta griego Sotades se refiere a un mermudio anciano, oriundo de Creta, del cual aprendió normas básicas para construir un palíndromo. La joven escritora y editora de Cuadernos Negros, Leidy Bibiana Bernal, en su investigación sobre los mermudios colombianos compila varios palíndromos atribuidos a mermudios del Quindío: Amo la pacífica paloma. Roza las alas al azor. Aroma, robas ese sabor a mora. Aire sólo sería. Oirás orar a Rosario.
 
El mermudio quindiano construye nidos transparentes con la bruma del atardecer. Matsuura Yasuco, turista japonés y poeta de haikú, quien visitó al Quindío en 2004, filmó una breve secuencia de un mermudio construyendo su nido. Algunos campesinos de Salento, Calarcá, Génova y Filandia, relatan que sus abuelos para entablar diálogo con algún mermudio que se dejaba ver, repetían nueve veces: “¡Mermudio!”, con los ojos cerrados y los dedos índice y pulgar, de ambos manos, juntos. El cronista Fray Andrés Ferrer de Valdecebro, en su libro Gobierno general, moral y político hallado en fieras y animales silvestres, sacado de sus naturales propiedades y virtudes, se refiere con asombro al mermudio. En Quimbaya, en el monte de los monos aulladores, el grupo de caminantes que dirige Néstor Jaime Ocampo de la Fundación Cosmos, constató la presencia de una pareja de mermudios sobre los cuales se tenía indicios de su establecimiento en tal lugar.


GALLINAZO AZUL

Esplendorosa ave de largas alas (1.90 de envergadura) variedad de la especie Cathartes aura, de la cual sólo hay ejemplares en Arica y en el departamento del Quindío. Específicamente en Calarcá.  De pico blanco con fina línea rosada. De tan extraño zamuro, sobreviven varios en este municipio. En su serie de aves, el fallecido pintor calarqueño Gabriel González Molina representó una hembra de 80 años de edad, verificables por el número de estrías de sus patas donde se observa la silueta del mapa del Quindío. Este gallinazo puede verse durante la madrugada o el atardecer. Vuela por el territorio quindiano hasta límites con Tolima.

La Unión Internacional para la protección de la naturaleza (UIPN) lo considera  en peligro crítico. En el libro Ojos de perro azul, García Márquez pone en boca de uno de sus personajes la descripción de dicho gallinazo ubicándolo en el departamento de Bolívar, por cierto uno de los mayores gazapos en que incurre el novelista colombiano. El crítico belga Alexander Wouters, de quien cito el dato, ha encontrado 1.378 gazapos en las obras del octogenario Nobel. Las descripciones de González, según nos lo aclaró este diez años antes de fallecer, las obtuvo de campesinos de la vereda El Pencil, de Calarcá. Lisandro Antonio Gutiérrez Osorno (75 años de edad), copropietario de la finca Los Costales, le refirió haber visto varios en los guásimos de su finca.

El gallinazo azul no requiere hábitat determinado. Cambia fácil de lugar como ocurrió, en noviembre de 2007, en un sector del túnel que se construye en La Línea donde varios de sus nidos fueron destruidos. Por fortuna, ningún ejemplar sufrió daños  y varias hembras alcanzaron a trasladar sus huevos. Ni trabajadores ni ingenieros distinguieron los nidos. Con certeza, nunca han visto gallinazos azules que sobrevuelen tal lugar entre seis de la tarde y siete de la noche. Los nidos los construyen con hojas secas de café, mota de balso y telaraña. El gallinazo azul descansa siempre sobre árboles florecidos donde reposa la mayor parte del día, camuflado entre sus flores o entre sus frutos, cuando los tienen.

Observando con paciencia, puede descubrirse alguno en un guayacán lila florecido, por lo regular en el centro del árbol. Semejante físicamente al zopilote negro, tiene melódica voz con acordes de violín que emite largo rato cuando la neblina cubre el lugar donde se encuentra. En su Historial General y Natural de Las indias, Gonzalo Fernández de Oviedo le dedica varias páginas, aunque fantasea un poco con su insólita  forma de aparearse. Ernesto Restrepo Tirado puntualiza, en sus estudios sobre los indios Pijao, que estos aborígenes hacían el amor “imitando la postura del casi-mítico gallinazo azul que abunda en territorios del cacique Calarcá”.

Nace con refulgente plumaje azul oscuro que durante su ciclo vital de 108 años pierde intensidad. Se alimenta de frutos en descomposición y semillas de girasol. Es indiferente a la carroña. De audición más aguda que su visión, escucha caer frutos maduros de árboles a 500 metros de distancia.  Sólo beben agua de lluvia. En sectores de tierra fría, succionan las ubres de vacas recién paridas. La tradición oral del Quindío asegura que quien encuentre uno de sus huevos y lo conserve en una bolsa de seda azul, recordará con detalle sus pesadillas desde niño. Se relacionan fácil con las demás aves a las cuales ayudan a construir sus nidos y a calentar sus huevos.  En grupos de tres, desprenden un intenso aroma semejante al de la yerbabuena. Los jueves, cada 15 días, llega al parque de Barcelona, corregimiento de Calarcá, un imponente ejemplar de gallinazo azul que reposa  durante cinco minutos en la torre de la iglesia y luego emprende vuelo hacia Córdoba.

Fernando Ángel, director de teatro, secretario de la Institución Educativa San Bernardo y habitante por más de 40 años en este fértil territorio, es la única persona del Quindío que posee una pluma de gallinazo azul, obtenida cuando sucedió el terremoto en dicho departamento: esa mañana llegó a uno de los árboles del parque un gallinazo azul… La prestigiosa fotógrafa calarqueña Olgalucía Jordán, conserva como reliquia varias fotos del gallinazo azul, tomadas cerca del Campanario,  en 1988. Nunca las ha expuesto.



lunes, 26 de diciembre de 2011

DAEHAENG Y PRECIADO: DOS MUJERES


Daehaeng Kun Sunim
Beatriz Preciado


Diciembre 14. Armenia. Fría mañana de lluvia menuda. Me gustan los días fríos. Me gustan las mañanas lluviosas. Y la lluvia fina en cualquier mañana. Me gustan  las mañanas. Y la lluvia a cualquier hora del día, pero esta fría mañana decembrina me gusta mucho más, porque bebo sin prisa  un exquisito té chai.

Té yogui, llaman también a esta preparación de origen indio porque era usual recibirla durante pláticas del gurú tántrico Yogi Bhajan. Esta fría mañana de lluvia menuda, recogí en el Museo Quimbaya un envío de libros hecho desde Bogotá. Soy socio de la Red Nacional de Bibliotecas del Banco de la República. Libros de dos mujeres incompatibles entre sí. No sé cómo caben juntas en mis intereses literarios, en mis expectativas existenciales. En mis momentos de lectura, una junto a la otra, cualquiera de ellas antes y la otra después. Una puede ser el dulce sabor del té chai, y la otra es cantinela del agua sobre el pavimento de la calle. Más bien, el pavimento de la avenida.

Diciembre 14 en una tienda Juan Valdez.Toco los libros. Me tocan. Acaricio sus lomos y sus hojas. Leo párrafos de unos y otros, según mi costumbre, para familiarizarme con estos. Busco fragmentos al azar:
“En el marco del contrato contra-sexual, los cuerpos se reconocen a sí mismos no como hombres o mujeres, sino como cuerpos parlantes, y reconocen a los otros como cuerpos parlantes”.

Lo determina una de ellas. Su libro se llama Manifiesto contra-sexual.
Voy a cualquier página del libro de la otra mujer y encuentro:
“Vida tras vida, a medida que hemos ido evolucionando, el yo verdadero ha estado siempre con nosotros. Sin embargo, no lo sabremos a menos que intentemos averiguarlo. Date cuenta de que todo proviene del yo verdadero. El cuerpo físico es como las hojas o las ramas que salen de la raíz”.

Su libro se llama Ningún río que cruzar.
 Las leo sin monomanías religiosas o filosóficas. Me seducen sus lenguajes, teorías y realizaciones, aunque no pertenecería a ninguno de los rebaños agrupados al lado de una y otra. Me impresionan sus vidas y los elementos elegidos por ellas para concretar sus propósitos con la sociedad. Cada una de estas dos mujeres desempeña, a conciencia, una tarea específica. Viven para cumplirla. La llevan a cabo por encima de todo, seguras de sí mismas. Los hombres, de manera desigual, son telones de fondo en sus vidas y obras. Una de ellas es casta. La otra, lesbiana activa, casada hace poco con una novelista francesa.

Persiste el frío de la mañana y ahora no hay lluvia. Irrumpen confiados dos niños indígenas,  descalzos pordioseros de cinco y seis años de edad. Entran al local y sin tardanza salen risueños con un vaso de café con leche que les regala el administrador de la tienda.  La belleza de la calle húmeda refresca mis ojos. Del té chai, resta un fondo meloso.
Otro fragmento fortuito, mientras observo al par de infantes entregarle el café con leche a su madre, afuera en el andén:

“¿Dónde se encuentra el sexo de un cuerpo que lleva un dildo? En sí, el dildo: ¿es un atributo femenino o masculino? ¿Dónde transcurre el goce cuando se folla con un dildo? ¿Quién goza? ¿Cuántos penes tiene un hombre que lleva un dildo? Si el dildo no es más que un sustituto artificial del pene, ¿cómo explicar que los hombres que ya tienen un pene empleen cinturones-pollas?”.

Pertenece al citado libro de la filósofa española Beatriz Preciado, experta en teoría Queer.
Ambas obras y ambas mujeres se tranforman en parte de mi oficio literario. Me enriquecen con sus perspectivas de vida. Juegos de párrafos para introducirme después en la lectura, cuando fotocopie los respectivos volúmenes, este fragmento corresponde al libro de la maestra zen coreana Daehaeng Sunim, una iluminada, considerada entre las mujeres contemporánes más sabias de dicha nación:

Soñar es estar despierto, y estar despierto es un sueño. No consideres que tus sueños se encuentran separados de tus horas de vigilia. Si crees que el sueño y la vigilia son diferentes, no podrás conocer el lugar más profundo”.

Cada una es fiel a sus enseñanzas, por sobre cuestionamientos patriarcales. Y esto lo admiro en ambas. Por tal razón viajo a sus libros. A su manera, cada cual  va más allá de ideologías diseñadas por la actual sociedad contra la mujer, desfiguradoras del auténtico espíritu femenino. Y a cada una la concibo en su universo, invitadora, seductora, sincera. Me emociono al escucharlas explicar y transmitir sus visiones del mundo, de la sociedad, del amor. Del sexo, en Preciado. De la naturaleza búdica, en Sunim. No suprimo de mis búsquedas, creencias o dudas a ninguna, aunque una sola rebosa mis ideales. Son dos mujeres a distancias enormes entre ellas y en sus estilos, en  sus palabras, en  las metáforas elegidas para revelar y cuestionar el mundo desde sus vivencias y aprendizajes.

 La española Beatriz Preciado fue discípula de Jacques Derrida y se doctoró en teoría de la arquitectura en la Universidad de Princeton. Daehaeng Kun Sunim, coreana, logró su despertar en las montañas Ode-san del citado país y luego recibió orientación e iniciación del maestro Hanam Sunim. En oriente y occidente, este par de mujeres son significativas para millares de personas en nuestro mundo actual, buscando respuestas en los torbellinos de la naturaleza externa o en ignotos remansos del mundo interior. Son modelos de vida y acción para centenares de mujeres escuchándolas, con acceso a sus libros y enseñanzas, en universidades o monasterios, hechizadas por sus lenguajes. El lúcido discurso de Kun Sunim es el silencio, la realización de la mente esencial e intangible, más allá del tiempo y del espacio. En Beatriz Preciado, el discurso adopta el tono propio de los señalamientos postfeministas. La crítica deconstructivista demoliendo palabras y conceptos.

Entre otros, hojeo los bien encuadernados libros de estas admirables mujeres, en el apasible rincón de una tienda Juan Valdez. Escribo en una hoja de cuaderno notas a mano, para luego en el ritual tecnológico del computador lidiar con la forma del texto y la disposición de las palabras. Eslabono mi pensamiento con el de ellas. No las niego. Cada una explica algo que comprendo y de alguna manera enriquece mi vida intelectual, sin necesidad de confrontar sus pensamientos. Mi interrogante es siempre, en estos casos, ¿cómo es posible que aniden en mi cerebro ideas tan antagónicas? ¿Cuál es el proceso para asimilarlas sin crear contradicciones en mis puntos de vista? Lo ignoro.

Personajes tan heterogéneos departen sus crencias conmigo sin perturbar mi equilibrio interior. No hay dudas: es la fruición del conocimiento. La información  llevándome a franjas de mi cerebro y mi alma a las cuales, de otra manera, no puedo acceder. Sunim y Preciado. De la primera, no es su nombre de pila, es el de iniciación. A la segunda, lesbiana y paradigma intelectual de la cultura Queer, le gusta ser llamada Beto. La iluminada maestra de zen y la ideóloga del postfeminismo. Serena aquella, caótica esta. Comprensiva la primera, sabia heredera de la tradición budista Hanmaum, en Corea. Devastadora la segunda y con discursos transgresores de lo moral.

Daehaeng, es mujer de palabra diáfana y profunda, sin tecnicismos ni rodeos literarios. Preciado, es prototipo de cuanto está próximo al discurso vacío. Ese desarrollo de ideas y argumentos, sustentaciones y críticas con un lenguaje ininteligible y de rebuscadas complejidades seudocientíficas, propio de aquellos ideólogos postmodernistas desenmascarados  por el físico Alan Sokal en su libro Imposturas intelectuales. Permítame azotarlo con una breve muestra de tal discurso, desplegado por la española en su ensayo Con terror anal:

“Encontraremos en Hocquenghem, por ejemplo, lecturas que hoy llamaríamos queer de la crítica de la reducción de la economía libidinal a mecanismos psicofamiliares esbozada en El anti-Edipo pero también de la noción de interpelación tal y como Althusser la elabora en La ideología y los aparatos ideológicos del estado o de la teoría de la des-sublimación represiva, de Marcuse. Pero esta relación no es unidireccional: la filosofía postestructural es, a su vez, la inflexión que produjeron  las disciplinas tradicionales (filosofía, antropología, sociología, historia) las retóricas de la diferencia, el análisis de la opresión y la resistencia a la norma que introducen los movimientos micropolíticos”.

Si usted entendió este puto párrafo, lo felicito. Yo-no-comprendo-nada. Al leerlo, escucho palabras en apariencia inteligentes que nada me explican. Me embrollan cuanto tengo enredado, empequeñeciéndome, menguándome, mermándome, aminorándome, achicándome, rebajándome, encogiéndome, comprimiéndome, reduciéndome frente a la elevada erudición y capacidad intelectual de Beatriz Preciado. Yo solo veo a una escritora luciéndose frente a su ignorante público: yo, por ejemplo. Típico discurso vacío el de Preciado.

 Kun Sunim dice, a su vez: “La sabiduría y la energía mecesarias para encargarte de todo a lo que te enfrentes están ya dentro de ti. Si vas de un lado a otro buscando algo externo, no podrás aprovechar las soluciones ilimitadas que se hallan en tu interior”. Guardo los libros y salgo de la tienda, aprovechando que ya no llueve. El té chai me gustó. La fría mañana me  gusta.


SIETE LOCOS DE LA NARRATIVA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA




Juan Manuel Acevedo Carvajal es una de las nuevas y promisorias voces del ensayo en Colombia. Sus resolutos pasos están aquí, fehacientes al conocer sus acercamientos a siete novelistas argentinos que si no hemos disfrutado en algunas de estas obras, concluido el encuentro con su libro (Universidad Tecnológica de Pereira. Colección Literatura, Pensamiento y Sociedad. No.8 Armenia, Colombia, 2010) viajaremos hacia ellos con miradas cavilosas y nuevas certidumbres literarias.

 Guiados por el juicio preciso de Acevedo Carvajal, la relativización de paradigmas médicos y sicológicos, su argumentación validable en los contextos elegidos y la relación dialógica entre  locura del personaje y lucidez del narrador, aprendemos a valorar en otros espacios -de manera total o fragmentaria cuando es el caso- novelistas como Roberto Arlt, en Los siete locos; Ernesto Sabato, en Sobre Héroes y Tumbas ; Julio Cortázar, en Rayuela; Lázaro Covadlo, en La casa de Patrick Childers; Juan José Saer, en Las nubes; Mempo Giardinelli, en El décimo infierno y Ricardo Piglia,  con Plata quemada.

 La bien cimentada propuesta del ensayista, fluye coherente y persuasiva a lo largo del libro, aproximándonos a “la construcción de siete perfiles de personajes que pasan por la paranoia, el desdoblamiento, el éxtasis religioso y la violencia esquizoide”, según señala Juan Manuel. Los excursos de la locura como persecución, fragmentación, delirio y agresión, se convierten en puertas de entrada a las íntimas sinuosidades cerebrales y sicológicas de El astrólogo, de Fernando Vidal Olmos, de Horacio Oliveira, de Raúl Ramírez Collado, de sor Teresita, de Alfredo Romero y de El gaucho Dorda, personajes novelescos con quienes estableceremos contactos poco frecuentes  en el ámbito de la lectura, gracias a puntos de vista desde los cuales Juan Manuel observa y analiza, facilitándonos elementos para también nosotros lanzar miradas semejantes a tales universos de locura y transgresión social. “El problemático vínculo entre literatura y locura, por ende, posibilita la necesidad de posteriores investigaciones sobre la escisión esquizofrénica tal y como está reflejada en la literatura latinoamericana contemporánea, lo que permitiría plantear el futuro esquizoanálisis de infinidad de obras contemporáneas desde esta óptica”, concluye Juan Manuel, reconociendo como entrada al mundo íntimo  de  los protagonistas la teoría sociocrítica y varios postulados del esquizoanálisis  planteados por el posestructuralismo.

 Cuando Acevedo acomete la lectura de un autor y una novela donde percibe sus propios demonios literarios, junto con el citado análisis del personaje a cuyo mundo nos convida sin tabúes para intimar en sus patologías, lo hace desde parámetros novedosos capaces de conferirle a la novela analizada, pero en particular a los personajes diseccionados, otras cualidades del proceso lector. Otras gozosas sensaciones, sentimientos contradictorios y emociones con la angustia por las parafilias o enfermedades mentales de los protagonistas, a veces no visibles a simple vista.  Por eso lo reconoce cuando afirma: “La literatura está teñida de delirio y de esta manera la profundidad de los textos literarios se da a partir de las obsesiones de algunos personajes, que en la mayoría de los casos presentan la obsesión como el ropaje del excurso paranoide”. Libros como este, señalan al lector, con un lenguaje especializado pero claro, sin rebuscadas complejidades literarias, múltiples caminos para arribar en la novela al infierno sicológico de los protagonistas y, por ende, a la verificación de la vesánica sociedad donde habitan y los valores condicionados del protagonista, del lector y el autor.  

FOLLÁNDONOS A FÓLLAME, DE VIRGINIE DESPENTES



De izquierda a derecha: Beatriz Preciado y Virginie Despentes.


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– No lo creo necesario. En mi región poco recurrimos a este vocablo tan ibero. “Hacer el amor”, nos parece más atractivo, menos tosco y más equilibrado para especificar el encuentro sexual. También empleamos la expresión: “Hacer sexo”. Bien de autores españoles o cuando traductores iberos vierten obras foráneas al castellano, los libros de narrativa, ensayo y  sociología –entre otros temas– procedentes de España, abundan en tal expresión poco usual en nuestro medio donde ni jóvenes ni adultos, al hablar de sexo, se valen de ella. Novelística y cuentística  son generosas con la palabra follar. Lo mismo el lenguaje cinematográfico. Tal término nos lo introducen lento, sin prisa editorial y ya no es novedoso ni escandaliza.


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– A mí no me suena bien. Cuestión de oído, como tantas palabras de nuestro exuberante  idioma. Tampoco la descarto al escribir, mientras no riña con vocablos colindantes en la frase. La traductora para Reservoir Books, de Grijalbo Mondadori, fue Isabelle Bordallo, quien de la polémica exprostituta francesa también vertió al castellano su novela Lo bueno de verdad. Fóllame, follar, follemos, follador y folladora… cuestión de predisponernos e ir más allá de las fronteras culturales en nuestro cotidiano lenguaje. Eclipsar nuestros condicionamientos culturales y sexuales. Ir más allá de los límites literarios con determinadas palabras. Fóllame es también el título de la película basada en la novela.


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– Tiene razón. A pesar de lo chabacano es un título categórico en español. Una sola palabra sintetiza el contenido del libro, anuncia el desarrollo de la acción, rememora el pasado de la escritora, rehace las complejidades sexuales de la mujer haciendo catarsis con tal obra. Más contundente que en francés.


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– Nada poético, pero la novela no se asoma al ámbito de la poesía. Es su negación. Rechazo total a la estética de lo bello. Recuerde, Virginie desde adolescente viene de lo más viscoso del punk destroy. No encontré frases poéticas en la novela, en su sentido tradicional. Si ponemos sus observaciones en un campo como la poesía de Bukowski, obtendremos frases propias de tal literatura nihilista menospreciando valores cristianos, burgueses, capitalistas e idealistas. En el capítulo Cinco, Nadine, una de las protagonistas, describe a su amigo Francis como “un poeta, en el sentido tope macho de la palabra. Ahogado en su época, incapaz de soportar el aburrimiento y la tibieza. Inaguantable. Disidente sistemático, paranoico y malvado, cobarde, ladrón, pendenciero. No lo aguanta nadie y él se soporta aún menos. Ama la vida con una exigencia que lo separa de la vida. Prefiere afrontar los peores espantos y soportar la muerte en vida antes que renunciar a su búsqueda”.

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– También pienso lo mismo y me entusiasma su sentido de lo poético, en este caso. Despentes reconoce sus deudas literarias con el viejo Hank Chinasqui, el poeta, el narrador, el transgresor, el nihilista sin compromisos con el ser humano, con Dios ni con la sociedad.


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– Sí, tengo presente su pregunta inicial: el origen del vocablo follar. Buena entrada para este texto sobre la primera novela de la exputa francesa convertida en narradora. De la novelista que, hoy por hoy, se declara lesbiana, postfeminista e ideóloga del nuevo porno. Su amante es la escritora española Beatriz Preciado, filósofa española especializada en teoría Queer, la cual se autoadministró testosterona sintética en un proceso de intoxicación voluntaria para concertar el cuerpo y los afectos.Esta le tradujo al castellano su  breve libro Teoría King Kong.

 Virginie va bien. Fiel a sus ideas, a su desbarajuste social compartiéndolo presuntuosa con cuantos compran y leen sus libros. Asidua a lo elegido para representar en un ámbito donde es poca la diferencia entre ser puta y moverse, promocionarse, seguir el juego mediático para asegurar la venta de sus libros y el tráfico de sus ideas. Ella misma lo afirma: “Escribo aquí como mujer incapaz de llamar la atención masculina, de satisfacer el deseo masculino y de contentarme con un lugar en la sombra. Escribo desde aquí, como mujer poco seductora pero ambiciosa, atraída por el dinero que gano yo misma, atraída por el poder de hacer y de rechazar, atraída más por las ciudad que por el interior, siempre excitada por las experiencias e incapaz de contentarme con la narración que otros me harán de ellas”.


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– Me trae a la memoria esta otra declaración, relacionada con cuanto usted me pregunta. Dice Virginie: “El sexo es un tema del que me gusta hablar y que me permite insinuar otras cuestiones. Puede ser una forma de obtener algo a cambio o una manera de pasársela muy bien”.


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– Volvamos al tema inicial. Esa palabrita, el término follar, sirviéndonos para justificar esta conversación sobre la primera novela de Despentes, se origina en el latín del siglo XVII y nace del sustantivo Follis, fuelle. Del sustantivo a la acción, follicare, respirar como fuelle. Jadear, resollar. Resoplar, bufar. Desfallecimiento y descanso representados por el movimiento del fuelle de fragua, dispositivo que expele aire a determinada presión y en dirección definida. El fuelle aporta aire al combustible para elevar el nivel de combustión y, por ende, la cantidad de calor. No puede ser más evidente la imagen para materializar el encuentro sexual: movimientos, aire, elevación de la temperatura. Follar se entiende como acto agresivo, impositivo, de abuso y desequilibrio donde hay predominio de género. En esta novela no se hace el amor como implicación de igualdad en la pareja ni con sentimientos recíprocos de afecto, de placer compartido, amor y complacencia por cuanto se recibe y otorga a la vez, en acto de sensual reciprocidad. Todo lo contrario, follar es dominar y en la novela se exalta la autoridad de la mujer sobre el hombre, de las protagonistas follándose a sus víctimas, como les provoque, en su fuga criminal. 


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–¿Un ejemplo? Para mí, el capítulo sobresaliente y más bien escrito en la obra. El veinticinco, de la segunda parte.  A lo largo de las tres que conforman la novela y 42 capítulos breves por donde despuntan el caos, la asimetría en todas sus facetas, lo descarnado y escabroso en desfile de imágenes, situaciones y escenarios propios del Punk Destroy, se destaca por su fuerza literaria y su extensión. Es el más extenso de la novela (14 páginas). Prevalece entre los demás de la obra por lo bien estructurado, por las ideas desarrolladas, por el suspenso y el dramático clima in crescendo del evento. Y hasta por la confidencialidad de Despentes revelándonos una de  sus complacencias literarias: el narrador norteamericano James Ellroy, especializado en novela negra, maestro de la aliteración, la decadencia y la desesperanza.

 Tal capítulo relata el asesinato de un distinguido arquitecto donde Despentes, influida acaso por la lectura del cuento de Bukowski, El asesinato de Ramón Vásquez, escribe uno de los mejores capítulos de esta y sus demás novelas, contrarrestando así las numerosas partes débiles de Fóllame. El arquitecto, es un hombre cuya voz “evoca inmediatamente sexo en la penumbra, movimientos extremadamente suaves, delicadamente perversos”. Es  el personaje mejor descrito de la novela, insinuante, atractivo hasta el punto de conmover a las impasibles mujeres. Tal vez estas 14 páginas fueron las únicas corregidas y decantadas en su estilo y su contenido por la novelista francesa.

Manu dice al arquitecto, revolcándole libros en su biblioteca: “Tiene usted buen gusto. Sobre todo en literatura, por lo que puedo ver. Me resulta difícil detestar a un hombre que lee a Ellroy en el idioma original “. Aquí no se folla, pero al final, sobre el cadáver del refinado arquitecto en actitud de undinismo forzado, Manu realiza un acto de urolagnia como señal de poder sobre el hombre: “Se baja los pantalones, se pone en cuclillas encima de la cabeza del arquitecto y, moviendo el culo, le inunda de pis para bañarle la cara. Las gotas doradas se mezclan con la sangre del suelo y le dan un color bonito”. Filosofía representativa del Punk Destroy. Demolición de la sociedad, del estado, del individuo, de la moral y sus valores representativos, sin proponer ni construir nada para el futuro inexistente. Aislarse del mundo y su gente, vomitar sobre sus hábitos, defecarse y orinarse sobre los ideales de un estrecho universo en el cual se sospecha de todos y donde las esperanzas no existen.


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– Nunca lo ha ocultado. Por el contrario, lo reconoce persistente en sus entrevistas y, de una u otra manera, Virginie lo admite como cualidad de su vida y parte esencial  de su obra. Afirma: “Vengo del punk. En él, me he sentido desde siempre como en mi casa, y lo abandoné muy tarde. El punk se organiza físicamente alrededor de no–lugares, de sitios abandonados, deteriorados, de espacios de arquitectura–basura o sitios de paso que supuestamente no están hechos para ser investidos. Ser punk es ser inclasificable, es lo que no te conviene, es lo despreciable, lo destruido, feo, grotesco, tarado”. Virginie es una exprostituta irredenta convertida en lesbiana e ideóloga del postfeminismo, erigiéndose representante de una estética transgresora cargada de actitudes violentas y autodestructivas, de tremendismo antisocial y rebelión contra lo establecido. “No me preocupa la muerte, pues ya todo está perdido. No hay futuro para nadie”, afirmaba Iouso Expósito, músico de la banda punk Eskorbuto.


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– Eso es Fóllame, no busques otra estética ni partas de valores literarios preestablecidos por otros lenguajes novelísticos, porque vas a desecharla desde sus primeros párrafos. Cuando leo este tipo de novelas sumergiéndome en su fealdad, su facilismo literario y sus rompimientos de toda índole, no puedo excluir de mi memoria novelas de incuestionable perfección estilística como El cuarteto de Alejandría, de Durrell, aunque no venga al tema. O La casa de las bellas durmientes, de Kawabata. O cualquiera de las novelas de Robert Walser, El ayudante, por ejemplo. Estándares de novelas con otras dimensiones narrativas, otras experiencias con la vida y las palabras, otro tipo de acercamientos a los personajes y las ideas. Para disfrutar y comprender a Fóllame, debes introducirte en otros territorios de la literatura, sin exigir ni esperar nada, sin condicionamientos, sin prejuicios porque estas, de Virginie Despentes, son páginas escritas con ritmos briosos del hardcore punk. Tempos y compases fulminantes y agresivos, sonidos distorsionados, voces gruñidas, frases cortas y párrafos breves y contundentes. Imágenes sin adornos y una traducción al español  que posiblemente difiera bastante de los vocablos originales en francés.


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– ¿Eso cree? Parece no haber leido la novela. U olvidó el primer capítulo, donde Despentes nos introduce en el ámbito del cine porno. ¿Recordamos algo?... “En la pantalla, una enorme rubia atada a una rueda, cabeza abajo. Primer plano sobre su cara enrojecida, suda  la gota gorda bajo el maquillaje. Un tipo con gafas la masturba enérgicamente con un plumero. La llama gorda perra lúbrica, ella cacarea. Todos los actores de la película tienen caras de comerciantes de barrio. Es el encanto desconcertante de cierto cine alemán”. Porno alemán de los años 90, cuando la jovencita Virginie, rapera, lectora de Dostoiewski, Bukowski, Ellroy y Baudelaire, a sus 23 años escribe la citada novela. Tal vez se hace referencia al cine porno de la lesbiana y feminista  Monika Treut, prestigiosa directora de filmes donde participaron Annie Sprinkley y Camille Paglia.
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– Quince años y continúa interesando a nuevas y antiguas generaciones de lectores en Europa, en Hispanoamérica. Algo tiene esta novela. Algo sensato sustenta su autora en una obra donde amalgama géneros literarios, mezcla intermediática de cultura popular y películas X con las cuales se familiarizó desde su juventud y en cuya teoría se especializa, hoy por hoy, influida por su relación lésbica con la teórica del nuevo porno y las posturas Queer, la filósofa española Beatriz Preciado. En este libro, resalta el mestizaje intertextual e intermediático sustentado por una escritura cinematográfica directa, sin claroscuros, de brutal realismo, ajena a preciosismos metafóricos y en la línea del más directo Gore literario.


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– Por mi parte, creo que es una heterodoxa y significativa  corriente de la última novela francesa escrita por mujeres, ligada a expresiones culturales norteamericanas en múltiples campos de la cultura, del arte y la literatura, de la política, de la ciencia y la sociología. Otro caso semejante es el de Marie Darrieussecq. El escritor Robbe–Grillet juzga así la nueva  novela francesa: “Las más hermosas de las obras contemporáneas, nos dejan vacíos, desconcertados. No solo no aspiran a ninguna otra realidad que no sea la de la lectura o el espectáculo, sino que además parecen siempre estar poniéndose a sí mismas en tela de juicio a medida que van construyéndose”. Esta observación puede aplicarse a la marejada editorial de literatura trash que toma fuerza en las dos recientes décadas en Francia, con sus correspondientes influjos hacia Europa, Norteamérica e Hispanoamérica, en la producción narrativa de nuevos novelistas y cuentistas con las miradas puestas en autores franceses. Son varios los novelistas cuya obra en desarrollo, manipulada en alto porcentaje por mercantilistas intereses editoriales, se pone en tela de juicio en la medida que va construyéndose.


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– Yo tampoco la descarto. Virginie, con su producción escrita y cinematográfica y su habilidad para promocionarlas y publicitarse, es una de sus principales histrionas mediáticas aunque implante la filosofía punk en sus respuestas a los periodistas: “El punk ha sido realmente mi formación de base, y de hecho sigo viendo el mundo a través de un prisma muy punk. También creo que el punk es una muy buena escuela porque se aprende muy pronto a no hacer lo que le gusta a la familia, a decepcionar a los profesores y a no escuchar a los educadores”.

 Desde su primera novela, Fóllame (1996), pasando por Perras sabias (1998), Lo bueno de verdad (2001) y Apocalipsis bebé (2010) se puede clasificar dentro del tipo de autores y obras a las cuales se refiere Robbe–Grillet, autoenjuiciándose durante el proceso de construcción. Virginie se confiesa:

Encuentro que las entrevistas que leemos en prensa son una ficción. Los periodistas entrevistan a personas que no conocen y no eligen, y una se ve obligada a mostrar sus intimidades en una conversación ficticia. Luego te quedas sola, a expensas de algo que digan de ti que está absolutamente fuera de tu control. Mis primeras entrevistas tuvieron lugar en un hotel o sea que todavía era más parecido a la prostitución. La gente dice que la promoción es divertida, pero no es así. Al final la prostitución es menos complicada porque los clientes se van con lo que han ido a buscar, pero los periodistas no.

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– No lo diga nada más, verifíquelo leyéndola. Virginie Despentes lo reconoce sin temores no solo para justificar su pasado y las características Destroy Punk de sus novelas, sino como filosofía de vida actual desde donde se arroga sus compromisos de escritora y manifiesta su visión postfeminsita del mundo donde sobrevive: “Escribo desde la fealdad y para las viejas, las feas, las camioneras, las frígidas, las insatisfechas, las que nadie desea, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena mujer”.

Escribe para todas estas arrinconadas de la sociedad pero, hoy por hoy, la leen e interpretan, escuchan e imitan personas de jerarquías culturales y socioeconómicas diferentes a las de su inventario. Heterodoxa representante del postfeminismo del siglo XXI. Su actitud directa y sin contemplaciones, procede de quien ejerció sin cargos de conciencia la prostitución y desde sus 13 años se preñó de cultura punk. Ejerció el periodismo en publicaciones de rock. Escribió cuentos pornográficos para una rústica revista de camioneros. Se especializó en reseñas y comentarios de cine porno. Atendió a llamadas sexuales vía telefónica.

 A un periodista recordándole su oficio de ramera, respondió: “¿Cree que la prostitución deja más traumas que la exposición mediática?”, sin embargo la antecedía el éxito editorial de su novela Fóllame y la película basada en esta obra, dirigida por ella y su amiga Carile Trinh Thi, exestrella del cine porno parisiense, “lo que hago hoy en día para ganarme la vida como autora mediatizada es humillante y doloroso. Y nadie me compadece”. Franca confesión de imposiciones a las cuales los editores someten a sus escritores de catálogo. Apremios también por parte de la masa lectora, exigiendo cada año un libro nuevo a su escritor, más entretenimiento literario, nuevos temas donde los personajes representen sus zozobras y hablen por ellos y digan cuanto jamás sabrán cómo  ni por dónde expresarlo.


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– ¿Usted comenzó con esa?... De Apocalipsis bebé, a Fóllame, traza un sugestivo recorrido inverso desde el cual pueden descubrirse otras facetas literarias y vitales de Virginie. Una primera lectura de sus novelas, si se avanza el paso inicial con Fóllame, induce al impugnamiento de su estilo, sus temas, su lenguaje y maneras hacia la vida y el sexo; de sus reflexiones sobre el hombre, la mujer y la sociedad, de franca rudeza desde cuando sus textos los acogió la crítica como escritura marginal. Un manifiesto tajante de la sociedad francesa, del hombre y la mujer de nuestro siglo, capaz de cuestionar compactos tabúes del feminismo liberal.

 “Yo hablo como proletaria de la feminidad”, carga sobre sus entrevistadores Virginie Despentes, enfatizando a hombres y mujeres, “los hombres son absolutamente pasivos acerca de su masculinidad y fácilmente victimizables `por cualquier discurso feminista”. Sin embargo, poco a poco van descubriéndose sus bases y con cuanto dice pueden llenarse aquellos vacíos desconcertantes detectados por Robbe–Grillet en la novela francesa contemporánea. Son otras formas de colmarlos. Otro el material lingüístico y literario, el constituyente narrativo con el cual autoras como Despentes, Darrieussecq, Nothomb y otras de la misma generación, afrontan cuestiones esenciales de la mujer y el hombre de nuestra época.


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– No lo dudo, la de ellas es vertiginosa historia de liberación donde Nadine y Manu se excluyen de la sociedad consolidada en la dominación masculina. Los hombres son víctimas de esta pareja de tránsfugas encharcando en sangre su huida de la sociedad, cuestionándola con balas e injurias, con desprecio, orinándose sobre ella.  “A menudo soñó con un cuerpo que esconder. Lo cortaba a trozos y llegaba alguien; sorprendida, tiraba los trozos de cualquier manera por ahí y se ponía a tomar el té con los invitados. Miembros desgarrados tirados bajo el sofá, metidos entre los cojines. Un sueño que tiene a menudo”. El par de mujeres no huye, traza un recorrido conscientemente trágico y sangriento, desestabilizador, donde cada cadáver las reafirma en su filosofía del desprecio ayudándoles a despeñarse hacia los suyos. La ebullición de la nada en una sociedad donde se reconocen  inútiles. “Manu no tiene alma de heroína. Ya se ha acostumbrado a tener una vida gris, el estómago lleno de mierda y a cerrar el pico. En ella no existe nada estrictamente grandioso”.


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– Despentes no teme a su pasado: “Ofrecía mi cuerpo por internet, elegía a mis clientes y descartaba a los feos y viejos, como hacían conmigo; no era tan triste; ya ve, ser prostituta es entender perfectamente en qué consiste vender belleza”. Utiliza su pasado de puta para promocionar su presente de escritora e incrustarle  fuerza a sus actuales ideas postfeministas. Primero fue una puta anónima. “Los transeúntes la miran de otro modo cuando lleva la ropa de puta. Los mira con descaro, está a merced de todos los hombres que pasan, incluso los más viejos y los más sucios pueden montarla. Mientras paguen en metálico, se echa de espaldas para que la utilice cualquiera”.

 Ahora es dama de la literatura trash en Francia, en Europa. En terrenos de la lengua castellana donde sus libros irrumpen implacables, indemnes a celebraciones  y escarnios, configurando un discurso preciso de corte postfeminista brutal y franco, sin timideces. Dentro de la categoría descrita por Sarah Projansky como postfeminismo de contragolpe. Aquel no conforme con notificar el fin del feminismo sino dispuesto a reaccionar violento contra posiciones feministas que considera equivocadas.

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– No sólo el juicio radical de Robbe–Grillet. También afronta los acreditados conceptos de Tzetvan Todorov y Dominique Fernández, consternados por el ciclo poco brillante, burdo y sin fuerza estética que atraviesa la literatura francesa plagada de escritores sin imaginación, latosos y facilistas, sobrevalorados por editores inescrupulosos exaltando nuevos autores y obras de poca relievancia. Destacados por la publicidad como deslumbrantes talentos posmodernos. Pero en particular, invadida por profesores y académicos dogmáticos, expertos en lenguaje y discurso vacío. El más ostentoso discurso vacío, el de la crítica literaria, para erigir desde este complejo palabrerío un escritor específico y una obra determinada.


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– Lo remito, por hoy, solo a dos históricos casos sobre tal palabrerío e ideas incoherentes, con fondo brillante y analítico. Tal vez nos alejemos del tema, pero es un paréntesis necesario. Permítame anticiparle estas palabras del fisico–matemático John C. Báez, retratando  un texto vacío: “Mescolanza de frases aparentemente plausibles que contienen las palabras técnicas correctas en el orden aproximadamente correcto.Pero no hay lógica ni cohesión en lo que escriben”.

El primero, se relaciona con el físico norteamericano Alan Sokal y su libro Imposturas intelectuales. El segundo, con el caso seudocientífico de los hermanos franceses Igor y Grichka Bogdanov y sus formulaciones cosmológicas sobre lo sucedido antes del Big Bang. No se engaña fácil a los lectores, Es opinión corriente, no solo con la novela actual francesa sino con centenares de obras que vomitan las editoriales mercadeándose a partir de discursos vacíos de algunos críticos pagados por las editoriales:  “La novela moderna ha llegado a tal punto de saturación mercadotécnica, que solo sirve como plataforma de una serie de productos y bienes afines a los intereses de las industrias  culturales y, por ende, del sistema de producción del capitalismo avanzado”.

 Repitamos, con mayor sentido ahora, la fatal confidencia de Virginie Despentes, rodeada del éxito profesional. Escritora vendiendo millares de libros. Mujer invitada a conferencias, eventos literarios de variada índole donde se le otorga autoridad y sus opiniones son escuchadas con respeto, caldo ideológico del nuevo feminismo europeo: “Lo que hago hoy en día para ganarme la vida como autora mediatizada es humillante y doloroso”. Es el otro tipo de prostitución del cual no se habla mucho en público y menos si el escritor hace parte de las pertenencias humanas e intelectuales de editoriales monopolizando su producción y autores mendigando sus favores, dispuestos a todo con tal de hacer parte de sus catálogos. En este ámbito hay un tipo particular de putas literarias y proxenetas editoriales que nadie divulga.

 Léanse entre líneas, para verificar lo atrás anotado por Despentes desde su peculiar feminismo; por Robbe–Grillet desde su estética de lo bello y por Torodov y Fernández desde la crisis de la superficialidad, cuanto escriben autoras como Catherine Breillat, Christine Angot o Catherine Millet, desmontando con sus discursos del cuerpo desde el punto de vista femenino, el andamiaje masculino excluyente y dominador, despuntando por la novela del siglo XX. Literatura que críticos como Philippe Solers celebran por representar la voz, no condicionada por prejuicios patriarcales, de las nuevas mujeres revolucionarias. Revolución naciendo de cuerpos heridos, humillados, vejados y no de los dogmas políticos e ideológicos.


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– La queja colérica viene desde el principio de la novela. Despentes habla de sí misma y de cuantas mujeres conoció en el círculo donde vivía. Cuerpos heridos y dominados. Nadine recuerda a uno de sus clientes: “Le dijo que se inclinara, que se inclinara mejor, para verla bien. Le inutilizó las manos atándoselas a la espalda; la usó a su antojo, se sirvió de su boca tanto tiempo como le apeteció, jugó con su culo y cacareó de satisfacción al oírla chillar. Plenos poderes sobre ella hasta hacerla aullar y suplicar que parara cuando empezó a pegarla. Su brazo se levantaba y caía, inexorable. Ella no podía hacer nada para evitar los golpes. Estaba a su disposición. A veces dejaba de pegar, le hablaba suavemente, la acariciaba como cuando calmas a una perra enferma, la tranquilizaba. Y vuelta a empezar. La razón se rebela y el cuerpo prisionero se ve obligado a aguantar. Ella le lamía las manos cuando se interrumpía, en señal de agradecimiento”.

Con Fóllame, la  novelista francesa y directora de cine redime las visiones parciales, incompletas e inflexibles de observadores  instalados en rincones torcidos e inestables de la realidad, de una sociedad bajo la cual muchas mentes y corazones medrosos, hipócritas, dormitan pudibundos. Ángulos desde donde nadie desea observar o junto a los cuales el lector preferiría seguir de largo, negándolos, excluyéndolos de su vida porque le duelen y comprometen las zonas oscuras de su sexualidad y sus sentimientos. Voces dubitativas, escépticas, poco fiables, llenas de relativismo e incertidumbre, problematizando el proceso mismo de narrar. Virginie podría decir, con el físisco Roger Penrose: “Nuestro trabajo no consiste en describir cómo es la naturaleza, sino en determinar qué podemos decir sobre ella”.


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– Su avance intelectual es notable en cuanto se refiere a su obra y sus enfoques feministas. Hoy por hoy, es activista del más contestatario postfeminismo europeo. Hace buena pareja con su amante la escritora española Beatriz Preciado, autora del controvertido libro Pornotopía. Vale la pena, también, mostrar aquí otra transgresora de la nueva literatura  francesa, Céline Germann, diplomada en psicología clínica, autora de la novela Mujeres letales. Narrativa de brutal sexualidad describiendo a hombres acobardados ante las reacciones  del poder femenino, esta novela relata los lances de dos lesbianas, Marie y Florence, en una persecución a través de Francia, otro desplazamiento sangriento que no disimula sus imitaciones directas de la obra de Virginie. Publicada en 2011 como secuela de obras anteriores en su género.

Célinne es lesbiana. Su obra es un crescendo narrativo de asperezas sexuales que supera a Fóllame, con descripciones en la escala del más despiadado estilo gore. Heredera de las declaraciones que Despentes hace a menudo, Célinne afirma sin rubores: “Prefiero la gente extrema, los locos, los monstruos cerebrales de todo tipo, las barbis ninfómanas, los esquizofrénicos. Ellos son los héroes de mis libros. Me gusta recrear personajes border line, gente poco usual que intenta parecer normal”. O como la película de Ridley Scott, Thelma y Lousie (1991, cinco años antes de ella publicar su novela) historia de  otro forzado  viaje donde dos mujeres responden con armas a la intimidación machista, película considerada un mito cinematográfico del movimiento feminista, en la cual la emancipación de las mujeres a través del escape impetuoso propone réplicas capaces de quebrantar el tradicional poder masculino sobre la mujer.


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– Las más representativas, en esa ebullición de obras y autoras europeas mediando sobre ideas feministas y prácticas literarias de nuestro siglo. No pueden descartarse las propuestas radicales de una generación de novelistas francesas, condicionadas sin embargo por las exigencias del mercado editorial. Ni mucho menos subvalorarlas juzgándolas con criterios propios de la novela del siglo XIX. Son obras despiadadas contra la sociedad actual. Voces de mujeres excluidas por la falocracia y autoritarismo del varón en sus dimensiones laborales, familiares, sicológicas, religiosas, sociales, sexuales y políticas. Voces desenfrenándose desde la literatura y lo políticamente incorrecto, expresadas por mujeres que impugnan desde sus cuerpos, con el placer de sus parafilias más allá de fruiciones sexuales masculinas. Para el caso de Virginie Despentes y su posterior producción literaria, su autoridad moral al expresarse así y proyectar sus personajes contra una sociedad cuanto más putrefacta más hipócrita, radica en haber sobrevivido a la crueldad de ambientes peligrosos. Un mes le bastó, según declara, para escribir Fóllame y descargar con sus personajes Nadine y Manu, las rabias represadas o sin dirección aún, de su niñez y su adolescencia.


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–No lo dudo. Está visible en todos sus libros. El suyo es postfeminismo de tercera ola. Defiende la esfera personal como constitutiva básica de lo político. Señala la individualidad de la mujer en la familia, la carrera, los deseos, los sueños, las acciones, un corte de cabello o una elección cualquiera, la recuperación de la sexualidad sin patrones masculinos mediadores. Pero en particular el discurso versátil. Virginie Despentes, con Fóllame, desterritorializa la lengua y los temas, la visión de la novela en el sentido usado por Deleuze y Guatari, al prescindir de moldes académicos, canónicos y patriarcales.


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– Sí, es lo mejor para una experiencia extraliteraria: lée a Fóllame escuchando como fondo algunos temas musicales de Lydia Lunch o de Anna Calvi. Despentes es prologuista de la novela Paradoxia, de Lydia Lunch, sobre la cual hablaremos más tarde. No diría que son mujeres atacadas por intensa misandria, pero tampoco descarto en algunas de ellas, para seguir las exigencias editoriales, la simulación, el juego publicitario. En nuestra época, cualquiera de las dos posiciones son productivas para quienes escriben novelas de este tipo.


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–Puede ser con una declaración de Virginie. Veámosla: “La escritura  no es liberadora y menos terapéutica. Pero funciona como si pusieras las cosas en orden y les dieras forma, es decir, como una lucha contra el caos. Escribir es pasar forzosamente del caos al orden”.
  



Virginie Despentes

Es la diva destroy punk de las letras francesas, ex vendedora de discos, ocasional trabajadora en un peep-show y ex prostituta, autora de la controvertida y censurada película Fóllame (1998) y de novelas como Perras sabias (1998) Lo bueno de verdad (2001, Premio de Flore) y Teoría King Kong (2007), entre otras, en las que las protagonistas ocupan posiciones tradicionalmente reservadas a los hombres (sangre, sexo y rock-and-roll). Aunque al principio fue rechazada por varias casas de libros, Fóllame fue finalmente publicada por Éditions Florent-Massot, una editorial nueva que no dudó en lanzarse a publicar un tipo de literatura menos convencional y más «trash». De este modo vio la luz la primera novela de Virginie, que en ese momento decidió adoptar como apellido artístico la referencia a los Pentes de la Croix-Rousse, el barrio de Lyon en el que vivió antes de llegar a París y antes de la publicación de Fóllame. Despentes se ha consagrado como una de las representantes más notables de una nueva generación de jóvenes y osados narradores franceses, habiendo vendido en Francia más de 50.000 ejemplares de su último libro Teoría King Kong (2006).