domingo, 18 de diciembre de 2016

 OCURREN MARIPOSAS DEL CINABRIO
Umberto Senegal

Resultado de imagen para SENDEROS

Domingo por la mañana. Ocurre algo como esto: el húmedo azul de las colinas, hace más benévolo el ardor del matutino sol, intensificando el silencio del campo. Camino solo, por senderos del Cinabrio, vereda de Pijao, población quindiana del sosiego. Primer pueblo latinoamericano afiliado a la red mundial de ciudades sin prisa. ¿Dije solo? Desde su libro Vida de poeta, me acompaña Robert Walser: “¿Le parecen sospechosos el placer de viajar a pie y algo tan bellamente unido a él como es el amor a la naturaleza?”. Desinvolucrado de los torcijones políticos que abruman mi departamento; sintiendo más allá de las palabras la magnificencia del paisaje; abrigado por la luz del amanecer; con los tornasoles cordilleranos transfigurándose en verdes veroneses o jades y verdes chartreuse y esmeraldas, fenómeno visual de nuestras montañas, el prodigio con las mariposas del Cinabrio puede sucederme en cualquier vereda quindiana. Irrumpe una mariposa amarilla, con manchas azules. No sabes de dónde salió ni cómo te encontró. Comienza a seguirte. Vuela a tu lado haciendo círculos alrededor de ti. Caminas como si no la hubieras visto, atento a su rutilante aspecto. Te desentiendes de ella, no  por displicencia, sino para evitar ahuyentarla. Para que siga contigo. Y ocurre algo como esto: metros más adelante, surgen cuatro mariposas de idéntica variedad, menores  y mayores. No imaginas de dónde pueden venir. Germinan del aire. O de la luz. O de la fragancia de los naranjos cercanos. Como orientándote hacia un sitio específico. Ocurre algo como esto: tales danzarinas etéreas que vienen contigo desde un kilómetro atrás, sin apartarse, son un milagro del paisaje en Pijao. Ya no puedes pensar en coincidencias. Danzan para mí. Me ofrecen su presencia. Por escéptico que seas, no puedes negarlo.  Y ocurre algo como esto: tu júbilo, sus colores y su vuelo. Perciben que caminas sin prisa. Te detienes. Susurras algo a las mariposas. Hay que hablarles. Entonarles un prolongado sonido silábico. Expresarle al paisaje de Pijao tu admiración, porque es un acto chamánico que te concede el camino de la solitaria vereda. Cinco mariposas que no se desvían con las corrientes de aire a tramos. Ocurre algo como esto: las mariposas, luego de acompañarme durante veintitrés minutos y escuchar mi voz, se alejan, volando juntas en la misma dirección. Mis mariposas del Cinabrio. Nabokov hubiese atrapado alguna, para darle su nombre como lo hizo con otra. El lenguaje y las palabras aladas del paisaje en Pijao, a quienes lleguen sin prisa, les revelarán secretos del paisaje. Ocurre algo como esto: desde un potrero cercano, un campesino levanta el brazo y me saluda en silencio. Le hubiera llamado Basho. Thoreau. Krishnamurti. Francisco de Asís. Walser. Pero solo musito: “¡Nooteboom! ¿Nooteboom?”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario